Ministra
Ayer fui nombrada ministra y el presidente, en su
discurso, alabó mi templado carácter, mi absoluta dedicación, mi imponente
currículo académico y profesional. Entre mis principales retos,
destacó el de limpiar el prestigio de un ministerio empantanado por
la corrupción, el de adquirir los medios necesarios para la revolución
tecnológica, el de alimentar la ilusión de los funcionarios, el de allanar
asperezas entre los miembros del gobierno de progreso.
Volví a casa un poco desconcertada. Entre
líneas resultaba obvio que, otra vez, me iba a tocar limpiar,
hacer la compra, la comida y, me temo, planchar, que no me gusta nada.
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